"En la Nación Argentina no hay esclavos(...) Y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República" (Constitución nacional, Art. 15.)

domingo, 18 de septiembre de 2011

Trata de Personas




El término “trata de blancas” se usaba a finales del siglo XIX y hacía hincapié en las mujeres europeas que eran llevadas con fines de explotación sexual a países de Europa, Asia y África, ya que eran únicamente mujeres blancas. Pero ahora cambió de nombre, porque es “tráfico de personas”: mujeres, hombres, niños, que son buscados, elegidos y captados o secuestrados. Los trasladan hacia los centros de prostitución en contra de su voluntad, con el objetivo bien claro de comerciar con ellos. Desaparecen, nadie los encuentra, no tiene documentos porque se los sacan, están encerrados, aislados, torturados e incomunicados. A veces ,incluso, son asesinados.


La trata de blancas existe porque existen consumidores. No estamos en contra de la prostitución y del cliente que libremente contrata el servicio, ya que eso forma parte del libre albedrío individual, sino de la prostitución forzada o servidumbre sexual implicada en la trata de blancas. 



En términos económicos la trata de blancas se encuentra casi a la altura del tráfico de armas y el tráfico de drogas. 
En lo que se refiere a la prostitución infantil, una niña, dependiendo de su juventud y belleza, puede reportarle al proxeneta alrededor de 13.000 dólares por mes, o algo así como 130.000 dólares anuales. Hay proxenetas que regentan hasta 30 chicas, lo que les significaría una entrada aproximada de 400.000 dólares mensuales. 



Una vez secuestrada, si la víctima se niega a ser explotada comienza un maltrato sistemático –torturas, violaciones, drogas– hasta que accede, lo que ocurre tarde o temprano al comprobar que no tiene salida. 



La tragedia de la trata de blancas es que es prácticamente imposible de combatir en razón de la clandestinidad del negocio, en el que en muchos casos están involucradass las mismas autoridades que deberían combatirla. A esto se le suma el hecho de que las mujeres sometidas se muestran renuentes a denunciar a los proxenetas porque han sido amenazadas, incluso con daño a sus seres queridos. Si ante una denuncia sobre un sitio que estaría funcionando como prostíbulo se efectúa un allanamiento, las víctimas, bien “entrenadas” para eso, arguyen trabajar de camareras. El temor a las represalias paradójicamente las impulsa a defender a sus victimarios. 

Ninguna de las terapias tradicionales puede solucionarles a las víctimas de la esclavitud sexual que han logrado liberarse los trastornos físicos y mentales que les han provocado las terribles circunstancias vividas, porque las victimas han sido doblegadas no sòlo físicamente, sino también psicologica y emocionalmente

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