La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), llevó a cabo una investigación, que revela el crecimiento de la trata de mujeres en Argentina, de la mano con la relación policial y política, en las que hay varias mujeres de nacionalidad uruguaya.
En el incremento de este flagelo, explicado en un extenso informe de la OIM, se explica la trama oculta de las redes de trata con fines de explotación sexual de mujeres y niñas. Hay un predominio del tráfico interno. Igualmente fueron identificados casos de trata internacional, sobre todo de mujeres provenientes de Uruguay y Paraguay que ingresan por Misiones y Entre Ríos.
Dependiendo de la zona, de la edad y otras “características”, se paga aproximadamente entre 100 y 5000 pesos por una mujer. Se informó también que los proxenetas más importantes llegan a controlar 30 mujeres que alquilan a distintas whiskerías y las van rotando. Puede pasar mucho tiempo hasta que una mujer logre liberarse, pero en la mayoría de los casos nunca lo logra.
El informe inclusive detalla los mecanismos utilizados por las redes, el modus operandi de sus eslabones, rutas para efectuar el tráfico y cuál es el perfil de las víctimas.
En muchos casos se verificaron que los reclutadores actúan en parejas, simulan ser un matrimonio, a veces hasta con niños. De esta manera, son convincentes y el engaño es más efectivo.
Se detectaron, gracias a la investigación, tres tipos de tratantes: reclutadores, proxenetas y regentes de prostíbulos. Para la protección de su trabajo, se hacen ver como "funcionarios públicos" y de "miembros de las fuerzas de seguridad". Pero los tratantes también necesitan de la labor de otros "operadores secundarios", como empleados de empresas de transporte que garantizan pasajes para el traslado de mujeres o documentación de viaje a disposición, personal de compañías de telefonía celular que proveen líneas "seguras" e individuos encargados de confeccionar documentación falsa para menores y extranjeros.
Se descubrió también que la explotación puede ocurrir con mujeres que anteriormente ejercían la prostitución o que nunca antes lo habían hecho. La investigación cuenta que a las mujeres engañadas o secuestradas se las reconoce con facilidad porque son las que usualmente lloran.
Cuando una mujer se niega a ser explotada, los empleados de los proxenetas emplean distintos métodos para disciplinarla: es violada y sufre golpes repetidamente hasta que acepte su nueva condición. Tanto su vida, como la vida de su familia se ven amenazadas, según describe el informe.
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